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Fue todo un espectáculo, un derbi en el que ganamos todos. Dos viejos amigos, el músico Joan Manuel Serrat y el periodista Iñaki Gabilondo, ... se reunieron este sábado en Chillida Leku para hablar del fútbol y de la vida, que según dijeron viene a ser lo mismo.
Serrat es seguidor del Barça desde niño, tiene 81 años y defiende el viejo romanticismo del fútbol. A Gabilondo le hizo su padre socio de la Real al día siguiente de nacer, tiene 82 años y asegura que el fútbol iría mejor si todos los clubes funcionaran con la seriedad txuri urdin. Los dos defienden con energía juvenil que el arraigo popular de este deporte se mantendrá pese a la apabullante irrupción del dinero.
Era la clausura del festival Korner, que tiende puentes entre el fútbol y la cultura y se ha celebrado esta semana organizado por la Fundación Real Sociedad, Donostia Kultura y Donostia Kirola. Serrat y Gabilondo son amigos desde siempre y entusiastas del balompié, aunque los dos remarcaron que «me gusta más el Barça que el fútbol» (Serrat) y «soy más apasionado de la Real que del fútbol» (Gabilondo).
Para el músico catalán era su primera vez en Chillida Leku. «Soy veteran o admirador de Chillida y al fin he podido conocer la magia de este lugar», decía a Gabilondo. El periodista donostiarra conoce bien ese museo, como conoció bien a Chillida. «Este sitio tiene algo de espacio sagrado del mismo modo que el escultor tenía cierto aire de santo laico», reflexionaba el periodista. Mikel Chillida guió por el museo a los dos invitados, a sus esposas y a los directivos de la Real presentes, con los vincepresidentes Angel Oyarzun y Mikel Ubarrechena a la cabeza.
Pero Serrat y Gabilondo habían venido a hablar de esas «nuevas catedrales que son los estadios, en esa «nueva religión» que es el fútbol, en palabras del comunicador guipuzcoano.
En un diálogo divertido los dos fueron contando sus pasiones. Durante la charla Serrat estuvo todo el rato informado de cómo iba la final de Copa de fútbol femenino que jugaba el Barça, y celebró su victoria. «Una de las mejores cosas que ha pasado es la 'normalización' de la presencia de la mujer en los campos y en las gradas: hay que ver qué bien juegan ellas». También desveló que el estar informado en directo de cómo va un partido también lo hacía cuando actuaba en un escenario.
«Amo el fútbol porque amo a la Real», dijo Gabilondo en su hilo de anécdotas. Como cuando era jefe de Informativos de TVE en 1981 y ordenó que el Telediario se abriera con la imagen de los jugadores del Madrid desolados después de que el gol de Zamora diera el título a la Real en Gijón. «Era noticia que no ganara quien siempre ganaba... y esa ocasión merecía que luciera mi poder como jefe», bromeó. También defendió el «buen hacer» de la Real y su seriedad. «Aquí no hay marrullerías, ni pufos... Quizás somos más sosos, como el propio carácter guipuzcoano, pero me sigue gustando que la Real represente a Gipuzkoa».
El periodista cantó 'Blue Moon' («esa canción que gritan en las gradas los seguidores del manchester City y que tan poco se corresponde con el mundo del fútbol, tan lírica») y Serrat representó cómo vive los partidos su colega de tribuna en el Nou Camp sentándose encima de su amigo Iñaki. No ahorraron bromas, ironías y confesiones. El músico contó cómo vivió en directo su gol favorito de la historia, el que marcó Messi de cabeza en la final de Champions que ganó el Barcelona en Roma. «Yo estaba detrás de la portería, me quité la camiseta y me bajé hasta la banda. Estábamos todos tan entusiasmados que nadie me hizo una foto».
Los dos defendieron la transversalidad del fútbol en sociedades tan divididas. Serrat lamentó que los peores vicios se estén trasladando a los campos infantiles, «con jugadores que fingen agresiones, padres que gritan, rivalidades sacadas de quicio...». «Los chavales copian todo, hasta los contínuos escupitajos de los jugadores. ¿Por qué escupen tanto? ¿No podrían los realizadores ahorrarnos esos planos?».
Al final los dos recibieron el regalo de una camiseta con la Real con su nombre y la 'hinchada' que llenábamos Chillida Leku aplaudimos. Ganamos todos.
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