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No es un fenómeno nuevo, pero sí distinto. Desde finales de los 80 grupos como Kortatu, Negu Gorriak o Su ta Gar han logrado movilizar multitudes cantando en euskera. Qué decir en años posteriores con fenómenos como el de Fermin Muguruza o Berri Txarrak. Para el profesor e investigador de la EHU Ion Andoni del Amo fue quizá el primer eslabón del salto que han conseguido a posteriori Izaro –primera solista en llenar el Velódromo de Anoeta–, grupos como ETS, ZETAK, Bulego con sus giras y «espectáculos novedosos», dentro y fuera de Euskadi, o conjuntos como Huntza, Chill Mafia o Gatibu al anunciar sus conciertos de despedida.
El cambio no ha sido de la noche a la mañana ni se explica por una simple causa. La gira de despedida de Berri Txarrak en 2019, llamada 'Ikusi Arte Tour', fue agotando entradas según se anunciaban los conciertos hasta culminar con una doble cita en un abarrotado Navarra Arena, 11.500 personas cada noche. Para Del Amo fueron los primeros en ofrecer «experiencias» más que conciertos y opina que tras su adiós la escena quedó «algo languideciente hasta que con la desescalada de la pandemia de 2021 llegaron los primeros brotes verdes. El Covid-19 afectó al sector musical, como a muchos otros, y ZETAK lanzó la canción 'Zeinen Ederra Izango Den', que después sería el germen de Zeid Fest, «una idea conceptual de un macrofestival» en el que el público se lanzó a comprar una entrada sin saber ni el día ni el lugar. La idea era «recuperar el tiempo perdido y que la música sea una excusa para juntarnos con nuestra gente, un lugar para que todas y todos puedan disfrutar de una experiencia única».
Es uno de los factores clave para Del Amo, que los eventos se vivan como experiencias, que haya «una parte de espectáculo más allá del concierto y de la música en sí, la idea de que no te lo puedes perder, de que es algo único, específico, especial». «El ocio actualmente se vive, se vende y se transmite como un ocio experiencial. Los eventos se promocionan precisamente como experiencias 'únicas'», incide. Es decir, que quien acude además de estar presente y disfrutar el show puede decir 'yo estuve allí'. Son varios casos en los últimos cinco años: los tours de despedida de Huntza o Chill Mafia, 'Azkena balitz bezala' y 'Agur eta Ohore', respectivamente, ambos con concierto final en Miribilla ante más de 8.000 personas; el espectáculo 'Mitoaroa' de ZETAK –tres noches seguidas en el Navarra Arena ante 15.000 personas–; los fin de gira protagonizados por ETS –triple cita en el BEC ante 15.000 personas–, el lleno del pasado fin de semana de Izaro en el BEC cerrando 'cerodenero'; la gira aniversario de Fermin Muguruza llenando casi todos los recintos y que congregará a cerca de 30.000 personas el próximo sábado en Anoeta. Y después de verano llegarán las anunciadas por Bulego –el 8 y 9 de noviembre con 'Aldatu aurretik bira amaiera' en el Euskalduna– y por Pello Reparaz y compañía, con triple cita en septiembre en Illunbe ante 15.000 personas para cerrar la gira 'Aaztiyen'. Completa por ahora la lista el «viaje colectivo» que propone ETS a Madrid y Barcelona en 2026.
Decir que el cambio comenzó en un día es difícil. Del Amo cree que dio comienzo cuando «el formato concierto se fue agotando en favor del festival» y que ahora estos son una especie de minifestivales. «Van más allá de la música». Así, el cantante de ETS Iñigo Etxezarreta señala que el grupo venía tiempo madurando la idea. «Se valoró que la presentación de 'Guretzat' (2022) fuese una única actuación en el BEC, pero no vimos los datos que avalaban que podíamos llenarlo ni que en pocas semanas pudiéramos estar musicalmente». El salto llegó con el fin de gira que coincidía con el 20 aniversario del grupo.
Porque la calidad musical, claro está, es otro factor. Un elemento que ya tenían grupos como Kortatu, Negu Gorriak o Su ta Gar. Los actuales, señala el profesor e investigador de EHU, han sabido «adaptarse a esos nuevos formatos del mercado musical», es decir, apostando por una música más popular, lo que ahora se denomina 'mainstream', han cogido «una dimensión mayor» y que les ha posibilitado que su propuesta se transmita mediante otros canales. Cualquiera que acuda a un evento de las escuelas, como pueden ser los festivales de fin de curso, puede encontrarse con una canción de ETS, Bulego, ZETAK, Izaro o Huntza. Las mismas que se pueden escuchar en la radiofórmula, en diversas zonas de fiesta, desde txosnas a verbenas, o en series como 'Go!azen' con versiones cantadas por los actores. Esa difusión de la música, recalca Del Amo, influye y mucho. «No es una generación de jóvenes que van envejeciendo con su grupo, sino que abarcan a muchas más edades». Y eso se ve en sus conciertos, donde acuden jóvenes, niños acompañados por sus padres e incluso adultos que disfrutan del espectáculo.
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A eso le añaden promociones dirigidas a los distintos grupos sociales, como son las redes sociales hacia un público más joven o los medios para un perfil más adulto. No es casualidad que los grupos tengan canales de difusión a través de Instagram o que actualicen más su perfil de TikTok que el de Facebook o X –Twitter–. «Los medios ayudan a difundir esos eventos como eventos únicos con retransmisiones incluso en directo», recalca Del Amo.
Si los conciertos perdieron cierta capacidad de reclamo, el futuro de los festivales tampoco está garantizado. En los últimos meses en Europa se ha generado cierto debate sobre una posible «burbuja» o colapso de eventos, especialmente en Holanda y el Reino Unido, debido a la cancelación de más de 100 festivales en 2024. Al menos, por ahora, los ecos no han llegado a nuestro territorio. ¿Se puede cansar el público? La oferta existente en 100 kilómetros a la redonda, con varias opciones en Donostia, Bilbao, Vitoria y Pamplona podría hacer pensar en ello, pero Del Amo apunta la dinámica actual en el ocio que, precisamente, lleva a esa «hiperproductividad o hiperactividad», es decir, «parece que tenemos que estar constantemente haciendo cosas especiales que nos permitan, además, ponerlas en redes sociales».
Y no es el único diagnóstico que deja. «Desde el momento en el que buena parte de nuestra identidad personal no la construimos en base al trabajo, o lo que hacemos en nuestra profesión, sino en base a lo que hacemos fuera de ahí, en el tiempo del ocio, eso implica que se movilizan muchas más cosas que la música. Son elementos de identidad, hasta ahora más asociados al estilo o a las subculturas», apunta, como puede ser el caso del heavy metal, el rock o el punk. «Ahora está más vinculado a la expresión del ocio, de transmitir que haces muchas cosas». Así, que los grupos vendan «fenómenos especiales va en sintonía». «Construimos y transmitimos la identidad para nosotros, pero sobre todo para el resto que nos ve», zanja.
La capacidad de sorprender de la música, así como la pulsión creativa de los músicos, su habilidad de generar narrativas que conecten con el público, que «ofrezcan algo nuevo y único», serán los que determinen por qué derroteros avanzará este fenómeno. Y desde los grupos son conscientes. Por eso ya no solo se cuida la letra o la melodía. También lo visual, lo artístico, el mensaje que llega al oyente o espectador a través del espectáculo.
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