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De '13, Rue del Percebe' a 'La que se avecina', pasando por 'La comunidad', los vecinos han dado mucho juego en la ficción. 'Votemos' arranca con una de esas ceremonias sociales necesarias pero a las que nadie quiere acudir, que sacan lo peor de nosotros: una junta de propietarios. Siete vecinos de una finca que necesita unas cuantas reformas se reúnen en el desvencijado piso de uno de ellos para abordar próximas derramas: el ascensor que no funciona, la suciedad del portal... Los hay amables, quejicas, picajosos, que llegan tarde... Como en la vida misma. Votan y acuerdan, al fin, cambiar el ascensor. Ya se van todos para su casa cuando el anfitrión desliza que ha conseguido alquilar el piso. ¿A quién? A un compañero de trabajo con problemas de salud mental, contratado gracias a un programa de reinserción laboral.
Como advierte uno de los propietarios, una cosa es hacer fotocopias en una oficina y otra convivir con un fulano que tiene trastornos mentales. Todos se ponen nerviosos ante la tesitura de convivir... con un loco. ¿Por qué no votar si se le admite o no? ¿Y si alquilamos el piso entre todos para que no venga el chalado? ¿Y si destinamos a ello el dinero del ascensor?
Basada en el cortometraje homónimo de 2021, nominado al Goya, y la obra de teatro, 'Votemos' aborda los problemas de salud mental y los prejuicios hacia las personas que sufren esta condición. «Nunca me interesó la salud mental hasta que hace cinco años conocí la historia de una mujer que perdió la oportunidad de alquilar un piso debido a su enfermedad mental», explica el director Santiago Requejo. «Los vecinos, al enterarse de su diagnóstico, presionaron al propietario para que no se lo alquilara. Al principio, me indignó la injusticia, pero lo que más me impactó fue darme cuenta de que quizás yo habría actuado igual. Ese golpe de realidad me llevó a investigar y a conocer de cerca el estigma que rode a la salud mental».
Rodada en un único espacio, 'Votemos' transcurre en tiempo real, como si fuera una obra de teatro, y no llega a la hora y media. El director de las comedias 'Abuelos' y 'No puedo vivir sin ti' destapa las cartas al cuarto de hora y confía en los giros del guion y en un solvente reparto con rostros conocidos como Tito Valverde, Gonzalo de Castro y Clara Lago. El miedo al otro, la falta de empatía y el tabú de la enfermedad mental sostienen una comedia ácida y amarga, que busca concienciar. «'Votemos' pretende ser un espejo en el que mirarnos, enfrentándonos a nuestros propios prejuicios», afirma el director. «La película simboliza una sociedad cerrada en su falta de empatía, donde el miedo a lo desconocido impide la verdadera inclusión».
'Votemos' arranca muy bien con sus diálogos naturalistas y un reparto engrasado, pero se le hace difícil mantener el juego del absurdo al alargar la materia narrativa del corto, la insolencia de los vecinos metetes y crueles, que entran en un desvarío arrastrados por su miseria moral. Los enormes Tito Valverde y Gonzalo de Castro asumen los papeles más desagradables, mientras los jóvenes quedan mejor parados. Salvando la distancia sideral entre ambas, al igual que los invitados de otra ácida crítica de la burguesía, 'El ángel exterminador', de Luis Buñuel, los vecinos de 'Votemos' no terminan nunca de irse, devorados por sus prejuicios.
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