Tolosa
«Empezaré a pintar otra vez, con el amarillo envolviendo los colores de mi paleta»La querida pintora expone sus obras en un homenaje de su hijo David y dos años después del fallecimiento de su marido, Iñaki Colomo May Colmenero Pintora y profesora jubilada de pintura
La influencia de May Colmenero como profesora de pintura fue igual de mayúsculo que su aportación a la educación de sus jóvenes pintores del ... estudio de Kondeko Aldapa. Este hecho se trasladó a la inauguración de su última exposición, en Hiru taberna, visitable hasta el día 24. Numerosos exalumnos, amigos y familiares le dieron un caluroso y sentido homenaje, con sus hijos David 'Pajarillo', a la guitarra, y Eva, siempre atenta y detallista, su nuera Miriam, y sus nietos Endika e Irati hablando desde su posición de aprendices de su abuela, quienes siguen sus pasos en el arte. Aunque hace dos años perdió a su «paleta» y el gran apoyo que suponía su marido, Iñaki Colomo, al que todavía recuerda, irradia positivismo y alegría. Nunca es fácil superar el duelo, y afronta con ánimo, abrazando el amarillo entre los colores primarios, para comenzar de nuevo a «crear arte» sobre un lienzo en blanco.
– Expone en Hiru taberna después de muchos años sin hacerlo, lejos de las galerías que acostumbrada. ¿Por qué?
– Nunca hubiera pensado que iba a exponer fuera de una galería de arte, pero ha sido por la ilusión de mi hijo, que quería hacerme este homenaje. No lo sé, tal vez sea la última muestra que haga. En la inauguración fue la primera vez que estuve con mi hijo, digamos, los dos juntos como artistas. Los dos hemos estado en la misma baldosa, después de tantísimos años. Me ha hecho muchísima ilusión y estoy muy agradecida.
EXPOSICIÓN«Me ha hecho mucha ilusión y estoy muy agradecida. Tal vez sea la última que haga»
– Lleva por título 'Aquella niña que comenzó a pintar'.
– Yo nací para dibujar. Pronto me di cuenta de que quería pintar y ser pintora. Luché mucho porque era la mayor de cuatro hermanos, no me dejaban ir a clases de pintura, tenía que ser música. Mi aita nos obligaba todas las noches a estudiar solfeo. Estuve internada y fueron las monjas quienes me enseñaron primero, luego ya fui a academias. Con 17 años encontré a Iñaki, mi marido, y gracias a él logré ser pintora y profesora de pintura. Me aconsejaba y me apoyaba mucho, no hubiera sido quien soy sin él. Cuando era joven me dijo: «¿Tú quieres pintar? Pues lo vas a conseguir». Cuando quise ser profesora: «¿Lo quieres? Lo vas a hacer. No te preocupes, yo te ayudaré». Esta exposición se la dedico a él.
– Han pasado dos años desde que Iñaki falleció. ¿Qué tal está?
– Ahora estoy mejor, con fuerza para ir a Estella y afrontar lo que voy a encontrar allí. Voy para adelante, pero son sesenta años juntos... Me acuerdo mucho de él, toda la exposición me recuerda a él. Me hubiera acompañado a esta entrevista y si se me olvidaba algo le hubiera preguntado. Me falta ese gran apoyo, pero sé que él estará contento esté donde esté.
– Tiene un grato recuerdo de sus años como profesora. ¿Qué le llevó a jubilarse hará ya diez años?
– Eran muchos años, tenía 67 por entonces. Era mucho estrés, muchísima responsabilidad. Mi marido estaba prejubilado y lo valoré con él. Había hecho tanto por mí, me había ayudado tanto que quise compensárselo. Me dio mucha pena, me costó. El día de la despedida la clase era un jardín, lloramos todos, niños, padres... Lo regalé todo. Recuerdo que Iñaki apareció con una joya, un eguzkilore, preciosa. Hasta ese detalle tuvo mi marido, de los mil que ha tenido en toda mi vida. En la madrugada del día siguiente nos fuimos a la Alpujarra granadina, un viaje sorpresa que nos regaló mi hijo. No me dejaron ni pensar, y así de bonito fue.
– ¿Echa en falta dar clases?
– Sí, mucho. Fui muy feliz. A mis alumnos siempre los he llenado con los colores de esta tierra, con los verdes de los montes, los amarillos de los trigales y los rojos de las amapolas. Lo que pasa es que la edad... Al nivel de tanta gente no podría, quieras o no, ya no se puede. Además que han pasado diez años... Estaba muy activa, llevaba toda una vida. ¡44 años! Era lo que más he querido. Estaba preparada, he nacido para eso. Ahora no me quiero atar, primero porque les coges cariño a los alumnos, y también porque quiero estar un poco libre, poder pasear con mi hijo y tomar un vino con una amiga o con otra.
– ¿Sigue pintando?
– No, voy a empezar otra vez. Lo único que he hecho es llorar, mi hijo también, porque mi marido era el eje de la familia. Pienso que voy a ir a los abstractos, no lo sé. Me gustan mucho, aunque no sé qué técnica usaré, en el momento decidiré. La acuarela la tengo dejada, tendría que empezar otra vez de lleno. Pero creo que lo retomaré con espátula. Y si no, pues pintaré el árbol, mi jardín con la casa... que se vea borroso, más manchado, más en trazo. Con los fondos con trapo, como hacía antes. Y luego lo mismo le meto una espátula o mis dedos. Quiero experimentar y crear arte, no quiero pintar. Seguir estudiando, divirtiéndome. Hacer algo nuevo en el tiempo que me quede, con salud, que la tengo estupenda. Una etapa nueva que vivir a tope, como dice mi hijo. Tengo ganas.
– (...)
– Nací queriendo dibujar, de niñita. Nací para dibujar, luego para pintar. Y mi vida era la pintura. Empecé con una paleta preciosa, llena de color, porque mi vida era muy feliz. No había negros; los hacías, pero no había. Hubo un momento en que mi vida quebró. Dejé de pintar, me metí en un agujero que en la paleta no podía poner más que color negro. He luchado mucho para pasar de ese negro al gris, gracias a la ayuda de mi familia, mis hijos. Y ya del gris, ya empiezo con el violeta, más claro. Y quiero seguir en esta nueva etapa que he comenzado cambiando la ropa y el pelo, para terminar mi vida con el color bonito que yo empecé, que es el amarillo, el color de mi vida. Que el color amarillo envuelva los colores de la paleta, porque ahí también está el espíritu y el alma de mi marido. Y él querría, como me decía siempre, que siguiera pintando hasta el final y que pintara con los colores de la vida, de la alegría. Y eso voy a conseguir.
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