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Los bares y discotecas ya no son los escenarios de ligue por excelencia. Según el último informe publicado por GfK DAM, los españoles apostamos cada ... vez más por las aplicaciones móviles y las webs de citas, plataformas que registran 4,7 millones de usuarios mensuales solo dentro de nuestras fronteras. O lo que es lo mismo: un 12% de la población nacional busca el amor (o lo que surja) en el entorno digital durante una media de 3 horas y 31 minutos al día.
Por edades, los millenials (aquellos nacidos entre 1981 y 1996) constituyen la generación más afín a este tipo de páginas, llegando a superar en un 38% al resto de la población. Y, claro, han acuñado infinidad de neologismos (sobre todo anglosajones) para designar muchas de las situaciones a las que se enfrentan los asiduos de las apps de ligoteo: 'ghosting', 'orbiting', 'zombing'... Conocer estos términos resulta clave para rebajar las expectativas y aprender a gestionar nuestras emociones en este mundo hiperconectado.
Es quizás el concepto más conocido y recurrente dentro de las apps de citas. Pongamos haber pasado las últimas semanas hablando con otro usuario durante horas. La conversación fluye sin esfuerzo y empezamos a pensar que la situación puede llegar a más. De repente, un buen día, el otro desaparece sin dejar rastro: nuestro último mensaje queda en 'visto' y no volvemos a saber de esa persona (sin importar que la hayamos desvirtualizado en una primera o segunda cita).
Ese amante furtivo se denomina 'ghost' (fantasma en inglés), de ahí un término que también se ejemplifica con ser bloqueados de WhatsApp sin previo aviso o ignorados al intentar contactar por teléfono. En estas situaciones lo normal es sentirte abatido, confuso e incluso culpable, llegando a preguntarte si has hecho algo mal... aunque no haya sido así. En realidad, el problema radica en quien da la callada por respuesta, explican los expertos, quien evidencia una tremenda falta de madurez emocional.
Una variante de lo anterior es el 'orbiting', que se da cuando la persona con la que hemos estado hablando deja de respondernos a los mensajes, pero sigue rondándonos en las redes sociales: ve nuestras publicaciones e incluso llega a darles 'me gusta', pero jamás retoma la conversación o el contacto propiamente dicho. Muestra desinterés en tener algo más con nosotros, pero no termina de apartarnos del todo, lo que insufla esperanzas a los más enamoradizos.
¿Qué sentirán aquellos jugadores de fútbol que se quedan en el banquillo, partido tras partido, esperando a ser llamados? También podemos descubrirlo ligando por Internet, 'benching' mediante. Sin que lo sepamos, los perfiles más solicitados tienden a hablar con varias personas a la vez, colocándonos en reserva por si las cosas no fuesen del todo bien con su primera opción. Esto hace que nos hablen de cuando en cuando, alternando la efusividad con la apatía para no comprometerse realmente y que sigamos a la espera.
Si el 'ghosting' aludía a los amantes que desaparecen cual fantasma, el 'zombing' se refiere a aquellos que resurgen de entre los muertos. Tras hablar durante semanas con alguien y esfumarse, vuelven como si nada al cabo de los meses, dispuestos a retomar lo que se interrumpió de forma abrupta. En estos casos, conviene tener algo de amor propio y optar por la misma indiferencia que nos dedicó el otro: nada nos garantiza que no vuelva a huir.
Tras meses de conversaciones y citas, la otra persona va disminuyendo el contacto poco a poco, de forma sutil, con la intención de alejarse definitivamente: deja mensajes sin contestar y queda menos con nosotros escudándose en compromisos familiares o cargas de trabajo inexistentes. El 'slow fading' se da cuando la otra persona, por cobardía, se siente incapaz de cortar con nosotros de forma clara.
En el 'stashing', nuestra pareja nos oculta de sus amistades y familiares. Incluso en las redes sociales, donde solo publica fotos de sí misma, no nos sigue y por supuesto tampoco nos etiqueta o menciona en sus publicaciones. Es un comportamiento propio de quien mantiene relaciones simultáneas o no está del todo seguro de la que tiene con nosotros.
Conviene desconfiar si alguna vez nos sueltan aquello de '¿para qué ponernos etiquetas si estamos bien como estamos?'. Podemos estar protagonizando lo que se conoce como 'situationship' (que no 'relationship', relación en inglés): mantener un vínculo con alguien que no termina de ser ni una amistad ni una relación de pareja propiamente dicha, lo que puede dejarnos varados en un limbo de insatisfacción.
En definitiva y sea cual sea la treta que intenten jugarnos en Tinder, Meetic, Grindr o derivados, ahora sabemos ponerle nombre y adelantarnos a sus consecuencias.
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